Venezuela: ¿Habrá que llamar a Ramiro?
Confieso la sorpresa que me ha asaltado al conocer las razones oficiales de la llegada a Venezuela del comandante Ramiro Valdés, al frente de una comisión técnica para resolver la catástrofe eléctrica que soporta el país. Paralelamente se anuncia la presencia de otra misión, esta vez procedente de Brasil. La diferencia entre una y otra es sencilla como el pan: Brasil tiene amplia experiencia en la materia, en tanto que Cuba, doblegada de apagones, depende crecientemente del gobierno del presidente Chávez. Los técnicos venezolanos son y es natural que lo sean muy superiores a sus colegas cubanos. Por añadidura Valdés no ha trabajado nunca en esta área y sí en cambio lo ha hecho en funciones de seguridad como ministro del Interior dos veces y jefe de la Dirección de Investigaciones del Ejército Rebelde (DIER), conocida por cierto con el célebre nombre de G-2. Fuera de las funciones de seguridad, Valdés tuvo a su cargo la organización de Copextel, la informática cubana que finalmente también se conecta con labores de vigilancia.
Sorprende que la misión Valdés venga a ocuparse de asuntos que nadie resuelve en su país de origen. El gobierno del presidente Chávez, en usual arrebato de fidelismo, le donó plantas termoeléctricas a sus aliados del ALBA, que necesitaba agónicamente para enfrentar las sombras que nos amenazan. Según el presidente del Colegio de Ingenieros, Enzo Betancourt, Venezuela pasó hace 50 años por la situación de infradesarrollo eléctrico que Cuba padece hoy. ¿No es extraña una misión urgida de aprender de los especialistas venezolanos, antes que de enseñarles? ¿No es un extravío que encima no esté presidida por un profesional de la materia sino por un revolucionario formado en labores policiales y de inteligencia?
En obsequio a la seriedad de esta columna no puedo prejuzgar, pero resulta imposible no ver la coincidencia entre el arribo de un jefe de inteligencia extranjero y la escandalosa represión contra los estudiantes, los trabajadores, los medios y periodistas, en que está hundiéndose el gobierno del presidente Chávez. Frente a las elecciones de septiembre el presidente salta angustiado de un lugar a otro, revelando su incapacidad para contener el crecimiento de la disidencia incluso en el seno de su propio movimiento. Sencillamente quiere sobreponerles factores diversionistas, pero la disidencia ha aprendido mucho: no cae en trampas ni se asusta por la represión.
Y mientras el presidente no hace sino conspirar contra las elecciones, la oposición no hace sino reafirmarlas y prepararse para vencer en ellas. Y no obstante, como muñeco al que se le acaba la cuerda, el agitado caudillo dice y repite que lo quieren matar y que está en marcha un complot golpista alentado por el imperio, Uribe, Holanda, los estudiantes y los Leones del Caracas.
a irresponsabilidad del régimen conduce a un colapso eléctrico en el corto plazo. El Colegio de Ingenieros anunció su proximidad ya hace más de cinco años, cuando todavía podían completarse proyectos hidro y termoeléctricos que a Chávez le parecieron una pérdida de tiempo o un homenaje a la odiada IV República. Los ingentes recursos que entonces tenía prefirió derrocharlos en una alucinante revolución invisible. Todo en el marco de la confluencia de muchos demonios: devaluación que ha decapitado el salario real, la más alta inflación del hemisferio, la agonía del agua, el desabastecimiento, el desempleo, el horror de la delincuencia y protestas pacíficas en todos los rincones del país. El gobierno responde con su ya clásica receta: mordaza de medios y furia represiva contra disidentes. No obstante el cuerpo aguanta y no se doblega.
¿Llegó la hora de llamar a Ramiro?
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